Caminando por la calle me encontré a un hombre de 83 años, en
pijama y desorientado.
pijama y desorientado.
-¿Puedo ayudarle? Le pregunté
-Se me cerró la puerta de la calle y no tengo llaves.
-¿No tiene familia cerca ni un vecino que le ayude?
- Tengo un sobrino, pero trabaja en el sur y no viene hasta mañana.
-Se me cerró la puerta de la calle y no tengo llaves.
-¿No tiene familia cerca ni un vecino que le ayude?
- Tengo un sobrino, pero trabaja en el sur y no viene hasta mañana.
Es decir, aquel hombre se encontraba en la calle, solo y sin nadie que le pudiese ayudar. Además, como mas tarde supe, no podía estar mucho tiempo de pie porque le dan mareos y podría caerse al suelo.
- Voy a buscar ayuda- Le dije
- No hace falta... yo ahora desmonto la cerradura y entro sin problemas.
- ¿Y cómo lo va a hacer sin herramientas?
- ¡Es verdad! Las tengo dentro de casa
- No se preocupe... yo vengo ahora.. no tardo.
- No hace falta... yo ahora desmonto la cerradura y entro sin problemas.
- ¿Y cómo lo va a hacer sin herramientas?
- ¡Es verdad! Las tengo dentro de casa
- No se preocupe... yo vengo ahora.. no tardo.
Le ayudé a sentarse en una piedra y fuí a llamar a la policía. Ellos me dijeron que vendrían enseguida y solucionarían el caso.
- ¿Entonces, puedo irme?
- ¡Váyase usted tranquilo que nosotros nos encargamos!
- Es que es un hombre mayor y está solo y...
- No se preocupe... en nada estará alli una patrulla.
- ¡Váyase usted tranquilo que nosotros nos encargamos!
- Es que es un hombre mayor y está solo y...
- No se preocupe... en nada estará alli una patrulla.
Sin embargo, volví a dar con el hombre como le había prometido. La policía tardó quince minutos. Ese tiempo charlé con aquel viejo hombre, que no paraba de buscar excusas para explicar su despiste, como si se avergonzara haberse quedado en la calle.
- No se preocupe.... yo cada día me olvido de un millón de cosas.
Vino la policía... intentó forzar la puerta y al no conseguirlo, volvieron a irse diciendo: "Enseguida venimos"
Pasaron treinta minutos más... y yo permanecía con aquel hombre. Cuarenta y cinco minutos totales... sin que el problema llegase a solucionarse. Por arte de magia... apareció su sobrino. Le expliqué la situación y enseguida fue a buscar una escalera de un vecino. La colocó y saltó por la azotea, pudiendo entrar y abrir la puerta desde el interior. Final feliz.
- Gracias, hombre. Dios tiene que ayudarle porque se ve que es buena persona.
Esas palabras fueron y son un verdadero regalo para mi. Para mi no fueron 45 minutos perdidos, sino una experiencia irrepetible. Pude conocer a aquel hombre de cálida sonrisa, con una visión de la vida curiosa, simpática pero muy realista a la vez. Doy gracias a Dios por haberme puesto en el camino de ese señor.
Hoy, pasando por el mismo lugar.... vi una silueta de un hombre que me saludaba de lejos. Me acerqué y era ese mismo hombre.... me había reconocido. Le saludé y me habló como si fueramos dos viejos conocidos.
Puede dar la sensación de que fuí yo quien ayudó a ese hombre en aquella situación. Si nos fijamos bien... en una visión mas profunda... soy yo el que tiene que estar agradecido. Soy yo el que fuí ayudado por ese señor. Creo que esas situaciones son verdaderos milagros y considero que esa persona fué, en verdad, un nuevo maestro espontáneo en mi camino.
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